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“Kubalita”: “¿Qué portera era? Muy potente, muy valiente”

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Entrevistas

“Kubalita”: “¿Qué portera era? Muy potente, muy valiente”

Charla con la exportera valenciana, desde sus inicios personales en el balompié en 1970, su trayectoria en el Racing, el Marcol y el Hércules, la selección, al hoy del fútbol femenino español.

Al encuentro aguarda a la hora prevista Carmen Arce (1956) en la parada del 31, junto a La Patacona. El mundo futbolístico la conoció en el inicio de los 70 como Kubalita. Persona de gesto y trato cercano, guarda en todo momento una sonrisa y un tono amable en sus palabras. Atiende a KŌMORI la exmeta valenciana unos días después del estreno de Campeonas, una serie-documental que ha grabado para Rakuten TV junto a dos culés: la canterana Viktoria Adrianova y la flamante ganadora del Balón de Oro, Alexia Putellas. Casi una hora de entrevista en una conversación cálida, plagada de experiencias y memorias en torno a sus inicios en el balompié, su trayectoria, su concurso con la Selección y al hoy del fútbol femenino español.

Kubalita, portera. ARCHIVO CARMEN ARCE.

—Vayamos al inicio. ¿Cómo empezó a jugar al fútbol?

Fue en el año 1970 a través de un anuncio que pedía chicas que quisieran jugar. Sorpresivamente fueron muchas. Luego, de las casi 100, quedamos unas 20-25. El primer partido lo jugué contra el Sizam de Madrid en Benidorm el día 11 de enero de 1971 que yo cumplía 15 años.

—En su casa se respiraba fútbol por las cuatro esquinas. Especialmente su padre, muy valencianista.

Sí, mi padre, sobre todo. A mi hermano le vino la afición al Valencia de ir al campo más tardía. Cuando mi padre murió le dejó el pase a él. Por la memoria de mi padre y por la deferencia de que le había dejado el pase empezó a ir. Ahora lo ha transmitido a su hijo y a sus nietos.

—¿Llegó a jugar o entrenar en Mestalla?

No. Algunas compañeras, sí. He estado mucho en la grada, pero en el césped, no. Sí entrenábamos donde está el Gol Sur, donde ahora hay edificios y torres, ahí había campos de entrenamiento. Coincidíamos con unos chicos que estaban allí, un poquito gorditos y tal, empezamos a hacerles bromas y luego eran todos policías armados (ríe). Fue muy gracioso.

—¿Cómo sentaba en su casa que quisiera jugar?

Estaban encantados. Mi hermano tenía muy buenas maneras también jugaba de portero, pero le lastimaron la nariz, se la rompieron en una salida. Mi padre se decepcionó mucho cuando lo dejó y cuando yo empecé a jugar estaba encantado. A mi madre no le importaba el fútbol, ni para bien ni para mal, pero como mi padre estaba contento y yo también, todos contentos.

—¿Quién le puso el apodo de “Kubalita”?

[Javier] Giménez, que es el que organizó el equipo. Buscaban un poco el impacto mediático. Igual que estaba Conchi Amancio, a mí me vieron parecido con Ladislao Kubala. Me pusieron de extremo, jugaba fatal y acabé en la portería, que era donde tenía que estar.

—¿Sus referentes?

Me gustaba mucho Esnaola y el padre del Reina actual, que jugó en el Barcelona y luego en el Atlético de Madrid, que también fue internacional. Tenían un estilo parecido al mío en cuanto a potencia. En mi época había un portero internacional, Iribar, en el Athletic de Bilbao, pero no se parecía en nada a mí: era muy alto y no se ensuciaba, solamente estaba en el sitio donde iba la pelota. Me gustaba como portero, pero no era mi estilo.

—¿Qué clase de portera era?

Tenía muchísima potencia. Con la estatura rayando los 1,60, tocaba el larguero y saltaba muchísimo. Era muy potente, muy valiente. Era muy difícil meterme goles en el área pequeña y, sorpresivamente, iba bien por arriba.  

—A decir de las crónicas, se le daba bien detener penaltis también…

Muchísimo (ríe). Creo que no me marcaron ni el 10% de los que me tiraban. Hay gente como Conchi Amancio que nunca me metió ninguno. Una cosa con los penaltis: yo nunca me tiraba intuyendo por dónde iba a ir, siempre me esperaba. Eso de tirarse a ver si aciertas… No iba conmigo. Era muy difícil meterme penaltis. El Valencia tuvo un portero en el 71, en mi época, que tampoco era muy alto, medía 1,71. Yo no sé los penaltis que paró ese hombre, Abelardo. 

—¿Cómo era aquel Racing de Valencia?

Nos llevábamos fenomenal. Algunas de mis compañeras no habían salido nunca de València, no habían viajado. Y empezamos a ir a hoteles, éramos superjóvenes, algunas más controlables que otras con las bromas. A nivel personal, era un equipo superdivertido. De hecho, nos juntamos para ver el documental y nos pasamos un rato en la playa de chistes y de bromas que no parábamos de reírnos. A nivel de juego, no te voy a decir en qué puestos, pero del once había ocho o nueve jugadoras que podrían estar jugando ahora en Primera. Había un par de posiciones o tres que necesitábamos mejorar. Cuando se unió el Valencia con el Racing y se convirtió en Marcol, esos puestos se cubrieron perfectamente y era un equipo prácticamente imbatible. Nos ganó solamente el Fuengirola 1-0 en su campo, en La Rosaleda. Primero el Racing y después el Marcol, equipo imbatible.

Las jugadoras del Racing de Valencia. AUTOR DESCONOCIDO/EXTRAÍDA DE LA “ENCICLOPEDIA DEL FÚTBOL”, DE MELCÓN Y VIDAL.

—¿Las mejores de su equipo?

Eso es muy comprometido. En conjunto, no había posiciones en las que tú dijeras “vendría una y le quitaría el sitio”. Te puedo decir que había una jugadora en mi equipo que, hoy en día, habría jugadoras de élite de la selección que jugaría ella: la delantera centro Paqui Cruz. No he visto una jugadora más completa. Cabeceaba como Santillana, remataba con las dos piernas, uno setenta y algo, había sido atleta… Una barbaridad. En el campo del Tarragona, chutó de fuera del área, dio en el larguero y la pelota fue al medio campo. Para que te hagas una idea. La foto más famosa mía que hay de lance de juego estoy contra ella, porque jugué contra el Marcol. Y fue gol. Parece que hago la parada del siglo pero es un gol (ríe).

—¿Y de las rivales?

Había jugadoras muy buenas. Te podría nombrar por ejemplo a Victoria, del Olímpico; te tengo que decir a Conchi Amancio, porque realmente era muy buena; Caracuel, del Vich, Marisa, del Fuengirola…

—Además de jugar, cada cual tenía su ocupación, estudiaba… Era un sacrificio casi el que hacían por la pasión que sentían por el fútbol.

Yo era la más joven. Al principio estaba estudiando, los dos últimos años estaba trabajando. Mi madre estuvo muy enferma, en casa hacía falta apoyo y desde los 17 años empecé a trabajar y a ir a entrenar y a jugar. Con lo cual era: fin de semana de autobús, de madrugada volver en el día, y al día siguiente a trabajar. Fue muy duro para todas.

—No cobraban por jugar los partidos…

Cero. Es una de las razones de que nosotras dejamos de jugar. Hay dos potentísimas: la primera, que la Federación, una vez que empezamos a ser populares y a llenar campos sobre todo, cuando nos invitaron a ir a México al Mundial oficioso que hubo se dieron cuenta de que no era un problema local o doméstico, sino internacional. La Federación se cargó todas las iniciativas que había. Otra es que, llegamos a una edad, yo, por ejemplo, con 17 casi 18, pero tenía compañeras de “veinti” que tenían obligaciones familiares o de trabajo que ya no facilitaban que, sin coche, fueras a entrenar a Torrente viniendo de Cullera, de Sueca…

—¿Los entrenamientos?

Potentísimos. Tuvimos un entrenador, Piqueras, que era entrenador nacional de chicos. Por una historia que tuvo en el club en el que estaba estuvo disponible y le ofrecieron entrenarnos. Nos entrenábamos como si fuéramos chicos en todo. Hacíamos toda la gimnasia, vueltas al campo, nos llevaba al Saler para correr en la arena entre matorrales. Jugábamos contra juveniles, equipos que él había entrenado de chicos, y les decía: “sin misericordia”. Me acuerdo de un día que me chutó uno y me tiré cuerpo a tierra porque si me llega a pillar no sé cómo me hubiera dejado. Lo que no había es la sofisticación que tú ves en plan de picas, de conos, de precalentamiento, como se hace ahora. Pero entrenábamos como entrenaban los chicos de entonces. Yo me quedaba más de media hora con él y con las dos más potentes, con Cruz y Claramunt [con vínculo familiar con el valencianista Pepe Claramunt, prima de aquel], y me chutaba a muerte. Me ponía además una silla plegable para que no me tirara y me dejara caer. Tenía que salvar la silla.

—¿Qué me cuenta de la Copa Fuengirola?

El Fuengirola aparece como por una obra benéfica, pero jugaba tan bien que se pusieron en contacto los directivos de los equipos, hicimos la Copa. La Rosaleda estaba llena, el Mini Estadi también cuando jugamos en Barcelona, y en el campo del Levante, que se llamaba Antonio Román, en el partido contra el Barcelona había 10.000 espectadores. En el del Olympique de Lyon contra el Levante [previa de Champions] no había tantos. Cuando veía el campo el otro día y la cantidad de gente pensé: “¡madre mía, nosotras teníamos más público en este campo!”. Fue espectacular. Además, los medios, MARCA, Levante, Las Provincias, la Cadena Ser, … Un despliegue a nivel de promoción brutal.

—Rechazó una oferta para jugar en el Barcelona, que entrenaba Antonio Ramallets…

(Sonríe) Cuando se dice “oferta” no estamos hablando de una oferta de dinero, sino de una oferta de que jugase. Había una jugadora en el Barcelona, Blanca, que hicimos mucha amistad, me invitó a ir a su casa y en el tiempo que estuve estaba de vacaciones y tenía 16 años, empecé a ir a entrenar con el Barcelona. Ramallets me dijo que si podía hablar con mi padre. Los padres de Blanca estaban de acuerdo en que yo viviese con ellos y que jugase en el Barcelona. Mi padre y mi madre dijeron que no.

—Después del Racing, vino el Marcol, sucesor de aquel…

El jefe de seguridad de las tiendas de Marcol era el padre de dos compañeras nuestras, de las dos Seijos, nuestra capitana y su hermana, que era una central impresionante. Cuando vio que lo del Racing tomaba un camino a nivel económico… que había cosas que no parecían muy claras y estábamos que si seguíamos o no seguíamos, él habló con Martínez Colomer, el dueño de Marcol. Por entonces tenía un equipo de balonmano en División de Honor de chicos, le gustaba mucho apoyar el deporte. Le dijo: “¿Que no apoyarías al equipo femenino?” Dijo que sí enseguida. Vino a vernos jugar una vez y le pareció todo muy serio, muy deportivo, nada de tonterías. No teníamos problemas de uniformes, de botas… Es verdad que, cuando jugabas en Zaragoza, en Madrid o en Barcelona, salías de madrugada en el autobús, jugabas el partido, un bocadillo y te volvías aquí para el día siguiente ir a trabajar. Ni noches de hotel ni nada que se le parezca. Pero estábamos fenomenal. Entonces entrenábamos mucho en un pabellón cerrado, que era donde jugaba el equipo de balonmano, en la Avenida del Cid, ahora creo que no existe.

—Se hizo en el 70 una Liga Regional en València de diez equipos...

(Ríe) Me metieron un solo gol en todo el campeonato. No sé cuántos metimos: solo Cruz metió 20. El partido en el que me meten el gol, que es el de Alcoi, perdieron 12 a 1 y estaban más contentas ellas que me habían marcado que nosotras con los 12 que le habíamos metido. Éramos un poco como el Barcelona, perdonábamos poco. Lo que me gustaría destacar de esa liga es el hecho de que en casi todos los pueblos de València había equipo. Si miras el listado había en Denia, en Catarroja, en Alcoi, en Benidorm, en Alicante, el mismo Valencia, Manises, … Había muchísimo fútbol femenino en la Comunidad. Esa liga fue muy muy chula.

—Participaba un Valencia CF, pero no tenía vínculo con el club valencianista que incluso se desmarcó.

Se puso muy fuerte para que no usaran el nombre. Ese equipo era muy bueno. Cuando el Valencia dijo que no se podía utilizar, las convencimos de que se vinieran. Se vinieron como cuatro o cinco jugadoras que eran muy buenas.

—Salieron como campeonas incontestables de esa Liga Regional.

Lo que pasa es que los resultados del Marcol son un poco engañosos, porque jugábamos al estilo catenaccio. Con lo buenas que eran de medio campo para arriba, jugábamos mucho a la defensiva. Al estilo de Ranieri en el Valencia: muy fuerte detrás, cuando te atacaban te atacaban, y de golpe, como el Piojo, pim-pam, dentro y “altra vegada cap arrere”.

Aparte del Marcol, también tuvo un corto paso por el Hércules.

Te explico. Resulta que, cuando a mí y a más del Marcol nos llaman para jugar con la selección, el señor Seijo, nuestro presidente, por historias de quién seleccionaba o no seleccionaba, —no estoy en su piel para saber—, dijo que nosotras no íbamos. No fue ninguna jugadora, sólo fui yo del Marcol. Cuando vuelvo de jugar en Córdoba, el señor Seijo me dijo: “Usted ya no es jugadora del Marcol”. Me llamó el Hércules y jugué una liga con ellos. Yo entrenaba con chicos y con amigos, no podía ir a Alicante. Acudía al pueblo donde se jugaba o me iba a Alicante y me quedaba en casa de una compañera la noche anterior. ¿Qué pasa? En el campo del Levante se organiza un trofeo Fallas: Hércules de Alicante-Marcol. La portera del Marcol era la del Valencia (Giner), que la habían fichado. Yo estaba en el Hércules. Nada más empezar, Cruz me mete el gol que es el más emblemático de mis fotos. Yo pensé: “si en el minuto 7 u 8 te han metido el primero, con la tribuna llena, relájate, me van a colorear la cara para toda la vida”. Como yo no tenía ninguna presión, porque pensaba que me iban a meter ocho, empecé a parar, a parar, a parar… El mejor partido de mi vida. No te puedes imaginar lo que paró esta alma. Tanto se volcaron en querer marcar más que había en el Hércules un par de jugadoras muy rápidas, entre ellas una que ha fallecido, que se llamaba Aniorte, y en un contraataque cuando faltaban diez minutos empataron. ¿Desempate a..?

Penaltis.

(Ríe) Entonces se tiraban todos seguidos. No sé cuántos metió el Hércules, pero yo paré los tres primeros y no hizo falta tirar más. La capitana del Hércules me dio el brazalete y me dijo: “Ahora subes y coges la copa tú”. Cuando fui a recogerla, estaban allí el señor Seijo, la fallera mayor y Martínez Colomer, y me dice el señor Seijo (murmura entre dientes): “Mañana la quiero en mi despacho”. Y volví.

—¿Cómo fueron sus entrenadores? Empecemos por Mundo.

Mundo el breve: un día. Buscaban el impacto, pero Mundo tenía su restaurante, su vida… Ya tenía una edad que él realmente no se vio motivado para hacerlo. Por él, no porque pensara que nuestra idea no fuera buena. Después de Piqueras tuvimos uno [Martín García Ollacarizqueta], que nos dirigió muchos partidos, contra el Stade de Reims, por ejemplo. Un hombre maravilloso, un buenísimo entrenador. Pasamos de uno tan visceral y potente como era Piqueras, para lo bueno y lo malo, a este hombre que tácticamente era perfecto. Nos explicaba las jugadas, nos lo explicaba todo, desde una bondad y una dulzura… No le tomábamos el pelo para nada, lo respetábamos mucho. Cuando digo que Piqueras nos entrenaba como hombres, yo sabía a quién le tenía que pasar el balón, se sabía según las jugadas. Teníamos táctica en los partidos: le pasas a Claramunt, que medía 1,74, Cuñat regatea, dribla, se va a la banda, centra a Cruz, gol de cabeza. Luego tuvimos uno que era uno de los que estaban en el Torrente.  

—¿Qué recuerda de sus dos partidos en la selección española?

(Ríe) El de Murcia es el que más publicidad tiene, por el tema de que no nos querían dejar jugar. Lo que recuerdo es el estar un poco preocupada por la potencia de las portuguesas que habían ganado a equipos escandinavos, muy potentes a nivel físico. Al final, un penalti tonto que hicimos nosotras ese sí me lo metieron fue el 3-3. Nos dimos cuenta de que podíamos estar a la altura de cualquiera. Para el partido de Córdoba, mi madre estaba muy grave, entre la vida o la muerte, en La Fe de València. Mi padre a regañadientes me dejó ir. Toda la noche en el tren, que venía de Barcelona, el “borreguero” que se llamaba, que era el tren correo. Salí de València a las 8/9 de la noche y llegué allí a la mañana. El campo contra Italia, está en el NODO además, era como una trinchera de la Primera Guerra Mundial. El barro, el frío era un 8 de diciembre… Éramos todas muy buenas jugadoras, pero no habíamos estado en una previa entrenando. Delante teníamos una escuadra potentísima, acostumbradísimas a jugar juntas. Es la única vez que me han metido cinco, uno entre las piernas. No hay ningún penalti que haya parado, pero que me meten un gol por las piernas está en el NODO, con lo cual me toca aguantarme las bromas (sonríe).

Kubalita, sobre el césped de un embarrado El Arcángel, en 1972. RTVE

—El presidente de la Federación de entonces, el alcoyano Pérez Payà, decía que la camiseta y el pantalón les sentaban peor que los trajes regionales…

Pérez Payà contesta eso cuando [Rafa] Muga, que es el que organizó todo y nos llevó hasta el reconocimiento de la Federación en 2019, va a hablar con ellos porque vamos a jugar cinco partidos contra Italia yo sólo jugué ese, porque mi madre estaba muy grave y además Rosa, la andaluza que jugó, es buenísima portera. Cuando le dice si nos puede dejar la Federación uniformes él contestó que para qué, que las mujeres vestidas de traje regional estábamos más guapas. El día de Murcia llevábamos un escudito con un imperdible, no oímos el himno. Y las compañeras, en Italia, ni himno ni escudo ni nada.

—¿En qué momento tuvo que tomar otro camino? ¿Cuándo se retiró de la actividad futbolística?

Yo ya estaba trabajando, mi madre estaba en casa pero en silla de ruedas. Era preciso trabajar. Por eso dejé el fútbol. Además, a los mismos médicos que habían operado a mi madre yo les conté que se me salía la rótula y me hicieron dos intervenciones con 20 años… Es un trauma, la peor decisión de mi vida. Pasé de ser una atleta a no poder casi bajar las escaleras hasta que ahora me han puesto una prótesis de rodilla y puedo andar un poquito mejor.

—En el documental cuenta que, después de dejarlo, le costaba hasta ver el calentamiento de los porteros en Mestalla.

No podía entrar, no podía entrar, porque era el momento en que más me veía yo. Siempre me hacía el calentamiento la extremo nuestra, la 7, Cuñat. Éramos muy graciosas, porque sabía perfectamente cómo tirarme la pelota, cómo hacer que calentara. No entraba hasta que no veía que ya salían al campo para jugar. Bueno, a ratos veía a Españeta cuando estaban recogiendo los balones. Tenía el mejor toque del mundo: le tiraba Cañizares desde la portería a la puerta de salida de los jugadores y hacía una parada de balón que eso era increíble, vamos. Me acuerdo mucho de él.

—¿Cómo le fueron las cosas tras el fútbol?

Pasé de estar en la Cooperativa Farmacéutica de joven a una oportunidad que tuve de ir al IVO a trabajar de auxiliar y me gustó muchísimo la Oncología, el trabajo que hacía, y por mayor de 25 años entré en la Universidad. Hice Enfermería y luego tuve la suerte de hacer un internado en Estados Unidos y unos diez meses de especialidad en Londres, también en el Oncológico. He tenido, a nivel de trabajo, una vida muy bonita. Hasta que me llamó Carlos Troncoso para el documental “Algo más que una pasión”, yo el fútbol lo tenía en el disco duro no se sabe dónde, porque me era muy doloroso. Lo archivé ahí y me puse a estudiar y a trabajar como una burra. Intentaba ir a ver al Levante de chicas y me dolía y no podía. Eso ya se me ha curado (sonríe).

El hoy del fútbol femenino en España

—Un salto al tiempo presente. ¿Cómo enjuicia el fútbol femenino español de hoy, en esos eternos albores de una profesionalización que solo llega de palabra?

Tenemos un Balón de Oro, la segunda mejor jugadora del Mundo también, que es Jenni Hermoso; un equipo, el Barcelona, que quizá sea el mejor de Europa en este momento, pero no hay manera de que sea algo más que una foto. Unos equipos presentaron unos estatutos, otros presentan otros. La AFE parece que defienda a las jugadoras, pero estas últimas semanas las ha habido que están intentado hacer una asociación de futbolistas que sea sólo femenina. Por no contar lo que pasó con la lesión de la chiquita del Rayo Vallecano [Camila Sáez] que si no es por el médico del Athletic no tenía quien la atendiera. A nivel audiovisual, el hecho de que no puedas ver fútbol en la televisión… Yo ya no sé si es porque no quieren que se difunda o porque ven que es un negocio tan bueno que se están peleando para ver de qué manera lo hacen. No lo entiendo.

—Hábleme de la Selección. Se ha dicho en citas anteriores que físicamente estaba por debajo de las potencias mundiales, poco a poco se ha ido acercando… ¿Cómo ve sus posibilidades en la próxima Euro de Inglaterra?

Yo tengo entradas para la fase de grupos (ríe). De luego no, porque si llegamos a semifinales o final igual las quiero ver con las compañeras. Lo que dices tienes razón. Cuando el Barcelona perdió la final de la Copa de Europa [4-1 con el Lyon en 2019], hablaron al entrenador y le dijeron: “Ellas no son mejores que nosotras, son más fuertes”. Se ha instaurado la preparación física muchísimo más de lo que se hacía antes. No tenemos nada que envidiar a nadie. Cuando estuve en Estados Unidos en el 85, veía a las chicas de la Universidad de Michigan en el gimnasio y eran todas unas atletas. Cada vez que ganan un Campeonato del Mundo me llaman para burlarse (ríe). La última vez, en la She Believes, no me llamaron para decirme nada, y en el Mundial de 2019 tampoco. Estados Unidos nos ganó con un penalti, el segundo… Ahí lo dejamos.

—Alexia, Balón de Oro. ¿De acuerdo?

Sí, por todo. Es una todocampista, el alma del equipo, el pegamento que lo pega todo. Estás viendo un partido en el que igual la han reservado y el equipo no acaba de carburar del todo, la sacas a ella y… El Barcelona femenino, con Patri, con Aitana y con ella, la mejor media del mundo. Tiene ella una cosa que no tiene nadie más, la capacidad de rapidez mental. Si te pones un video para ver las asistencias que ha dado Alexia, tú dices: “¿Cómo ha visto este hueco y con la rapidez que lo ha visto?”. Y como ser humano es impresionante.

—Tuvo la ocasión de grabar con ella y Viktoria Adrianova el capítulo de la serie “Campeonas”. Con respecto a su época ha cambiado que antes no existía lo de tomar de modelo a las jugadoras. Ahora las niñas van a querer ser Alexia, referente dentro y fuera.

Totalmente. Muy buen referente además, porque es la antidiva. Es una pasada de ser humano.

Kubalita, junto a Viktoria y Alexia en el documental “Campeonas”. RAKUTENTV

—¿El nivel de la Liga?

La veo muy bien, con un “pero”: me gustaría que hubiese, como en la liga de Inglaterra, tres equipos o cuatro que se pueden ganar entre ellos. Siempre te haces mejor cuando estás jugando contra jugadoras de tu nivel. Que el Real Madrid, el Atlético, el Levante, la Real, que no solamente estuvieran ahí y que puedan jugar Champions, sino que juegues contra el Barcelona y puedas ganar. El otro día el Athletic le aguantó la primera parte sin goles y eso ya es para que vayas contento a tu casa. Hace falta un poquito más.

—¿Cómo enjuicia al Valencia?

Lo veo con mucha tristeza. Cuando vas a verlas al Puchades y ves la cantidad de niñas que hay, de cantera tan fenomenal… Tampoco es tan caro invertir en el equipo. Deberían invertir un poquito más. Espero que salven la categoría y poco a poco vayan… Ya tenemos una internacional ahora también [Anna Torrodà], que eso también motiva mucho.

—La posición de portera, ¿ha evolucionado de su época a ahora?

Lo que ha evolucionado son las formas de entrenamiento. El hecho de que tengas un entrenador de porteros, por ejemplo. A nivel físico, todo el trabajo que hay… Veo muchas picas, muchas cosas, pero creo que ha evolucionado relativamente. Lo que ha habido después de mi época ha sido porteras que son extraordinarias. Las veo y me da un poco de envidia (ríe). No cambiaría lo que ha sido mi vida después del fútbol por ser futbolista de la Primera Iberdrola ahora, porque no tendría lo que ha sido el cuidado de pacientes con cáncer para mí. Pero, algún día, por arte de birlibirloque, meterme en el cuerpo de la que juegue contra el Barcelona para que me chuten mucho… Eso sí que lo haría (ríe).

—La mejor de Europa juega en el Barça, la alicantina Sandra Paños, que tuvo el detalle de regalarle sus guantes.

Porque se lo dijo Alexia. Ella no hace las cosas de cara a la galería. Cuando yo digo: “¿Qué guantes? Si nosotras cuando yo jugaba no teníamos guantes?”… Yo jugué el partido de Córdoba con unos guantes de lana que me hicieron más mal que bien, pero hacía un frío de morirse. Viky me decía: “¿Cómo que no había guantes?” “¡No había guantes, los chicos tampoco jugaban con guantes!” Yo sé que Alexia le dijo a Sandra que me los mandara.

—Me comentaba de camino antes de empezar la entrevista que se preparó hace poco como entrenadora, pero que no se ve…

(Ríe) He hecho con ANEFF el curso de entrenadora que me permitiría entrenar chicos o chicas hasta juvenil en la Comunidad, porque hice el primer año que es el que te habilita para eso. Me he dado cuenta de que me gusta mucho el fútbol, te puedo comentar una jugada, una estrategia, por qué nos están entrando por aquí o por allá. Pero lo que es un entrenamiento básico, de cómo organizar las horas, me planta mucha cara, no lo veo bonito para mí. A lo mejor entrenar a porteros, igual sí. Se enrollaron muy bien, porque gracias a la pandemia era virtual. Si no, el entrenamiento hubiese tenido mucho balón. Les dije: “yo tengo mucha cabeza, pero piernas no tengo”. No corrí los dos kilómetros ni los 50 metros en el tiempo, pero me hicieron pruebas de chutar un par de penaltis, de dar pases… Me gustó mucho estudiarlo, pero no me veo entrenando de esa manera.

—Con la perspectiva de los años pasados, ¿cómo ve ahora su tiempo de jugadora? ¿Qué guarda con más cariño?

El estar con las compañeras y lo que vivíamos es lo que más atesoro. La ley del esfuerzo, de los valores de equipo, el todos a una, esa sensación de pertenencia es lo más bonito de todo.

Nacido en València en 1990. Periodista y comunicador. Editor de Kōmori.

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