Reportajes
De las raíces del fútbol femenino valenciano
El Racing Valencia en la Copa Fuengirola, el Marcol campeón regional imbatido, un “Valencia CF” que nunca fue, la primera selección… Un repaso al ayer pionero en el inicio de los 70 sin el que el hoy no sería posible
Todavía hay hoy quien piensa que el fútbol femenino “ni es fútbol ni es femenino”, pero cada vez son menos. Los tiempos cambian, ya lo decía Bob Dylan; las mentalidades, también. Afortunadamente, va quedando ya desterrada la imagen que acompañaba a las chicas que se ataban las botas de fútbol. Un deporte, el del balompié, que estaba considerado como inadecuado e impropio para lo que se decía hace diez lustros era el “sexo débil”.
Fue en el inicio de los años setenta. Cada vez más chicas empezaban a animarse a eso de darle puntapiés al balón ante la incomprensión, desaprobación y oposición de muchos. Pese a ello, el fútbol femenino proliferó poco a poco en distintos puntos de España. Comenzaron a surgir equipos aquí y allá. Uno de los más populares fue el Racing Valencia Femenino, presentado hace ahora 50 años, el 28 de diciembre de 1970 en el Parque Deportivo Sindical, en el barrio de Nazaret. Su preparador era, según informaba entonces la prensa de la época, el exvalencianista Edmundo Suárez, Mundo. La mención al ariete de la famosa “delantera eléctrica” pronto se pierde para dar paso a la de Javier Jiménez, presidente y entrenador del club.
Aunque no se jugaban en esos días competiciones reconocidas, sí se organizó algún torneo que acaparó atención. Fue el caso de la Copa Fuengirola Costa del Sol, en la que tomaron parte cuatro conjuntos de distintas regiones: el Fuengirola de Málaga; el Peña Barcelonista, el Sizam de Madrid (Cultural Femenino tras la escisión de este) y el Racing Valencia (que sería Racing Levante desde finales de mayo).
La duración de los partidos era de treinta minutos cada parte. El cuadrangular, jugado por el sistema de todos contra todos y a dos vueltas, terminó con el Fuengirola como campeón oficioso de España. Por el equipo de la ciudad del Turia, que vestía equipaje blanco, se destacaban su portera María del Carmen Arce, conocida en todos los campos como Kubalita (a quien en alguna crónica comparaban por sus paradas con el meta de la Real Esnaola); Ana María Seijo (“una chiquilla que controla admirablemente la pelota”) y la goleadora Paquita Cruz (“una especie de cañoncillo con un disparo de miedo”). Las tres serían después figuras en el Marcol y también internacionales.
Los seis partidos del Racing en la Copa Fuengirola
24 de enero de 1971: Fuengirola, 1; Racing, 0.
31 de enero de 1971: Racing, 2; Barcelona, 0 (2 Cruz).
6 de febrero de 1971: Barcelona, 0; Racing, 1 (Navarro II).
14 de febrero de 1971: Racing, 0; Fuengirola, 0.
27 de febrero de 1971: Racing, 0; Cultural, 1.
6 de marzo de 1971: Cultural, 5; Racing, 1 (Cruz).
La afición crecía. Por citar un ejemplo, diez mil espectadores presenciaron en el Antonio Román (actual Ciutat de València) el Racing-Barcelona de la Copa Fuengirola. El fútbol femenino atraía cada vez más masas a los graderíos, masas masculinas sobre todo. No se limitaba a la satisfacción contemplativa y a la alegría de la vista, aunque es cierto que había muchos que asistían a estos partidos para ver piernas bonitas.
Parecía cosa nueva esto de que la mujer jugase al balompié. Ya en el año 1931, las artistas de los teatros Ruzafa y Apolo habían jugado en Mestalla un partido benéfico, dando lugar a los primeros equipos valencianos. Aunque, a diferencia de los encuentros que se jugaban entonces, que se veían como un espectáculo ligero y para la broma, el fútbol femenino de cuatro décadas después quiso ser reconocido y tomado en serio.
Lo malo para el balompié femenino en España fue la contrapropaganda que encontró en pantomimas como el partido benéfico entre las “folklóricas” capitaneadas por “La Faraona” Lola Flores contra las “finolis” de Encarnita Polo. Una mojiganga en toda regla con la farándula de la época para un simulacro de fútbol. El golpe de gracia llegaba en octubre del 71 con un bodrio de película de Pedro Masó, Las Ibéricas FC, que constituyó, eso sí, un exitazo en la taquilla: millón y medio de espectadores, con más de 42 millones de pesetas de recaudación (255.000 euros de ahora). Un elenco de actrices con pantalones muy cortos, camisetas ceñidas y escotes generosos. Así pues, los partidos de exhibición de “finolis” versus “folklóricas” y el filme de Masó contribuyeron a desvirtuar y ridiculizar al fútbol femenino, a que fuera objeto de mofa y cachondeo.
“La mujer no debe jugar al fútbol”
La pregunta de si era o no apropiado que la mujer jugara al fútbol, que se organizaran partidos y torneos femeninos, empezaba a ser tema de actualidad, llenando líneas de periódicos y revistas, con sus seguidores y sus contrarios. Las condiciones físicas naturales de las féminas — argumentaban los detractores— no permitían a estas adaptarse a las exigencias propias del balompié, un deporte considerado desde hacía un siglo patrimonio exclusivo del hombre y que no admitía la intromisión femenina. Esta negativa la encabezó la Sección Femenina, que lo rechazaba de pleno al considerarlo inadecuado para la mujer por ser demasiado violento, antifemenino y muy masculino.
Al debate se sumaban algunos médicos, que polemizaban sobre si era nocivo o no la práctica de este deporte para la mujer. “El fútbol es perjudicial, pues, acrecienta los músculos, provoca la pérdida del encanto femenino y modifica su personalidad, la mujer se viriliza; pierde su belleza y muchas veces la finalidad de su vida: la maternidad. La mujer que juega al fútbol se expone a la esterilidad”, escribía Acisclo Karag, médico y periodista filipino, conocido como “El mago” por su tino a la hora de pronosticar resultados en las páginas del MARCA. Había otros deportes o diversiones más acordes a su constitución física, seguía Karag, más favorecedores y propicios. “Atletismo, baloncesto, balonmano, billar, esgrima, gimnasia, golf, natación, patinaje, tenis de mesa y tiro. Y no hace falta más. El fútbol femenino es antiestético y antideportivo”.
La Liga Regional, el Marcol campeón y el “Valencia CF”
Además de encuentros amistosos y de torneos interregionales como la Copa Fuengirola, se jugaron también campeonatos regionales. En València se hizo en los últimos meses de 1971 una Liga Regional formada por diez equipos: los valencianos Valencia CF, Marcol-Lanas Aragón, Sporting de Catarroja, Manises CF, Gandía CF; y los alicantinos Hércules, Benidorm CF, Denia CF, Jyesa de Ibi y Alcoy.
El Valencia CF era uno de los conjuntos más potentes, solo superado por el Marcol, que también contaba con otras secciones deportivas, como las masculinas de baloncesto o la exitosa de balonmano (campeón de Copa en 1971). Integraban las filas valencianistas, atendiendo a las crónicas de la época, Giner, Asensi, Martínez, Pérez, Moncho I, Moncho II, Ardid, Carbó, Menchu, Gramaje, Puri, Fos, Llopis, Pedros, Frías, Lozal y Montesinos. ¿Tenía vínculo este club femenino con el entonces vigente campeón de la Liga española? Inquirido sobre la cuestión en una entrevista con ABC en mayo de ese año, Javier Jiménez, presidente del “Valencia CF de Fútbol Femenino”, expresaba lo que sigue: “relación, sí, pero hasta ahora funcionamos de forma autónoma, si bien hemos jugado partidos en el Luis Casanova”.
Pasó que la entidad presidida por Julio de Miguel decidió desmarcarse por completo. Hizo saber a través del boletín valencianista, publicado con ocasión del encuentro Valencia CF-Burgos (jornada 14 de la 1971/72), que entre sus actividades no figuraba el fútbol femenino y que emprendería las acciones legales que pudieran corresponder contra ese equipo:
“Hemos recibido algunas consultas y varias protestas sobre el particular. (…) Nos hemos visto implicados también, más o menos directamente, en determinadas y enojosas anomalías de las que no nos consideramos responsables. (…) El que se haya situado bajo la denominación de Valencia C. de F. es un hecho que lo estimamos como parte de quienes, por razones sospechosas, han tomado la iniciativa de aplicarle este título que sólo tiene derecho a ostentar nuestro club”.
Ante esta misiva de protesta, en las clasificaciones y los anuncios de los partidos que aparecieron después en la prensa el equipo comenzó a figurar con el nombre de “Valencia Femenino” o “A. Valencia Femenino”. Mucho tiempo después, en noviembre de 1997, ocurriría un asunto similar. Entonces el gerente del Valencia CF, Manuel Llorente, advirtió al San Vicente Valencia CFF (otro club pionero de fútbol femenino, génesis del actual Levante UD) que no podía utilizar sin autorización previa su escudo para identificar al equipo, pues sus características eran iguales a las del Valencia.
Sea como fuere, aquel campeonato regional de 1971/72 siguió su curso y tuvo como campeón incontestable e invicto al Marcol, que jugaba en el estadio San Gregorio de Torrent. Anotaron setenta y ocho goles (Paquita Cruz, con más de veinte, fue la máxima anotadora) y sólo encajaron uno. El equipo valenciano perdió su imbatibilidad el 17 de agosto de 1972 contra el potente Stade de Reims francés, que se encontraba de gira por tierras españolas. El resultado fue de 0-1 en el campo de La Murta de Xàtiva
La plantilla de aquel Marcol campeón la componían: Kubalita, Marisol, Seijo II, García, Herrera, Ruiz I, Soriano, Farina, Crespo, Cuñat, Seijo I, Cruz, Navarro, Ruiz II, Novés, Lavernia, Juani, Marian, Añón, Muriel.
El equipo de los grandes almacenes valencianos siguió unos años más en el candelero, saliendo ganador de una Liga Nacional jugada en la 1973/74 entre cinco conjuntos catalanes (Barcelona, Sabadell, Vich, Español e Industria Taxi), dos de València (además del Marcol, el Manises, que terminó segundo) y uno de Aragón, el Zaragoza.
La pionera selección de 1971
Al tiempo que se formaban equipos también se organizó en esos tiempos una selección española. Aquel primer combinado quedó integrado por jugadoras del Sizam, el Racing y el Barcelona. El 21 de febrero de 1971 jugó su estreno, en La Condomina de Murcia, ante Portugal, aunque con toda suerte de vicisitudes. La Federación, presidida por el alcoyano Pérez-Payá, se oponía a su celebración. Ni las jugadoras ni tampoco el árbitro pudieron vestir uniformes oficiales. Disputó después esa selección un encuentro de ensayo con vistas al Mundial de México en La Rosaleda frente al Polideportivo Fuengirola (victoria por 4-3 sobre las andaluzas) y otro en el estadio Comunale ante la más experimentada Italia (derrota por ocho a uno). Tras la goleada sufrida en el estadio turinés, la Federación salió al paso de las críticas para reafirmar su postura de que el fútbol femenino no estaba reconocido por el organismo.
El Consejo Nacional del fútbol femenino quiso enviar al equipo a competir al certamen mundialista (se pensó en el exvalencianista Waldo como seleccionador), pero le fue negado el permiso. Al año siguiente, la llamada Federación Internacional de Fútbol Femenino propuso a España como sede del siguiente mundial para otoño (en Barcelona y València se jugarían las eliminatorias; en Madrid, la final). Tampoco prosperó. Se trató activamente que cobrara carta de naturaleza el fútbol femenino, pero la Federación no lo admitió. “La mujer en camiseta y pantalón no está muy favorecida. Cualquier traje regional le sentaría mucho mejor”, llegó a decir su presidente.
Toda esta situación nada tenía que ver con lo que ocurría en lugares como Dinamarca, Suecia, Inglaterra, Alemania e Italia, mucho más avanzados. Tras el boom de los primeros años setenta, el fenómeno del fútbol femenino en España fue decreciendo poco a poco. Desaparecieron clubes y algunas chicas esperaron, desesperaron y dejaron de jugar o marcharon para hacerlo en otros países. Fue el caso de Concepción Sánchez Freire, Conchi “Amancio”, la primera estrella del fútbol femenino español, que fichó por el Gamma-3 italiano con un sueldo de 8.000 pesetas.
No sería hasta octubre de 1980 cuando la Federación reconoció por fin al fútbol femenino. Llegaron después la selección oficial en 1983, la Liga Nacional de 1988/89, el desarrollo de la competición o la primera y segunda participación mundialista (2015 y 2019). La evolución ha sido imparable. Pese a todo lo que se ha avanzado, a las mujeres les resta todavía por andar en el fútbol. La consideración de ‘liga profesional’ es todavía la asignatura pendiente . Lo que está claro es que las futbolistas de hoy son herederas de aquellas luchadoras pioneras de ayer. Las que, como Kubalita, Seijo o Cruz, jugaron de forma desinteresada, desafiando la mentalidad de la época, sorteando obstáculos y abriendo caminos para las que vendrían.