Reportajes
Pioneras del balompié: el Valencia F.C.
Un partido benéfico en 1931 convirtió a València en cuna de los primeros equipos de fútbol femenino
El año era 1930. Un día de visita al Asilo Hospital de San Juan de Dios para niños con tuberculosis externa en la Malvarrosa, en València. Un grupo de visitantes recorrió salas, cruzó los patios. Se percataron de que en el asilo no tenían una lavadora mecánica, y en ellos surgió entonces la idea de celebrar un festival al objeto de recabar los fondos para la compra de la misma. Se barajaron todas las posibilidades. Había que organizarlo, sí, pero había también que elegir antes un asunto que pudiera proporcionar lo suficiente para la adquisición del aparato. Por fin, surgió: un partido de fútbol femenino.
La idea se propagó con tal entusiasmo que pronto llegó a ser tema recurrente en toda la ciudad de València. Fue así como las segundas tiples de los teatros valencianos Ruzafa y Apolo formaron dos equipos de fútbol (con la colaboración del periodista Rafael Hernández Zafrilla, de El Mercantil Valenciano) con el objetivo de recaudar los fondos para la obra caritativa. Ya el 7 de julio del anterior año se había celebrado un festival deportivo con carácter benéfico de iguales características. En aquel, los equipos de vicetiples de los teatros madrileños Romea y Metropolitano se habían enfrentado en el estadio Chamartín. Pitó aquel partido la artista del género frívolo Miss Dolly, judía nacida en 1907 en Liverpool y criada en Málaga, cuyo nombre real era Lea Levy, que también tomaría parte en el encuentro valenciano integrando las filas del Apolo.
El partido de València se disputó el primero de enero de 1931, a las doce en punto de la mañana. El campo de Mestalla se llenó hasta la bandera, con 15.000 espectadores en las gradas. El público respondió al llamamiento que se le había hecho y se alcanzó una recaudación de cincuenta mil pesetas. Dirigió la contienda el entonces secretario técnico del Valencia F.C., don Luis Colina, para quien el silbato no era cosa nueva. Las chicas de Ruzafa vencieron a las de la compañía de Eulogio Velasco por dos goles a cero (Consuelito Hernán de penalti y Rosita Carrasco).
Valencia F.C. y España F.C., los primeros equipos
“La ola feminista nos envuelve a todos. Estamos ya francamente abocados a una igualdad de derechos masculino-femeninos. Igualdad para el voto, igualdad para el divorcio, igualdad en el derecho, sobre todo en el derecho al pataleo, al pataleo a una pelota de fútbol”, escribía Hernández Zafrilla en AS en julio de 1932. Pasó que la capital del Turia se convirtió en cuna de los primeros equipos femeninos del balompié. Quedaron constituidos en aquellos tiempos cuatro equipos valencianos: Levante, Athletic, España y Valencia. Fueron estos últimos, el Valencia F.C. y el España F.C., los que por su calidad se destacaron por encima de los otros dos.
“Un día —decía Consuelito en 1931 en una entrevista con Enrique Malboysson Ponce, redactor jefe de El Pueblo, en la revista madrileña Estampa— intervine por casualidad en el partido organizado entre las vicetiples de Apolo y Ruzafa. Sentía odio por el fútbol, pero desde entonces le tomé gran pasión. Gracias a mi incesante propaganda —proseguía—, logré que entre las señoritas se extendiera el amor al balón. Primeramente jugábamos en broma, para aficionarlas. Pronto, cosa natural, tratándose de mujeres, surgió el amor propio, por si yo juego mejor que tú o aquella le da mejor a la pelota. Poco después, ya se formó un equipo con todas las de la ley. Más tarde, otro, nuestro rival, y quedaron constituidos el Valencia y el España”.
Respondían a los nombres de Consuelito García, Nati Mora, Merceditas Martínez, Encarnita Gorostiza… Estas jugadoras pioneras actuaban, ante todo, por su afición a la práctica del deporte, y en ello residía su carácter de amateur. Eran empleadas de almacenes, de talleres, de oficinas, y tenían que compensar las horas de salario que perdían con los entrenos y los partidos. Cobraban por encuentro jugado 25 pesetas la que menos, y, además, percibía una cantidad mensual la que más goles materializaba, comentaba Consuelito.
Pilarín, la capitana del España F.C., el rival del Valencia F.C., se refería a esta misma cuestión en mayo de 1932 en El heraldo toledano con motivo de un partido que habían de disputar los dos equipos por aquellas tierras: “Somos profesionales y percibimos primas por partido en relación con nuestro rendimiento. Dedicamos diariamente dos horas a entrenamiento en un campo valenciano. Nosotras compartimos el ejercicio con el trabajo, del que solamente restamos el tiempo de entrenamiento. Yo soy modista y enamorada del oficio”.
El campo de Algirós era el lugar escogido para los entrenamientos de las equipieres del Valencia. Las del España utilizaban el campo de Vallejo. Nueve chicas jugaban por cada bando. Las del Valencia F.C. vestían completamente de blanco, como lo hacía entonces el equipo masculino que por aquellos años daba sus primeros pasos por la Primera División. Portaban asimismo una “uve” sobre el pecho. Lucían faldas en unas ocasiones, calzones en otras, a juzgar por el material gráfico de la época.
“¡Qué bonito el traje de futbolista en cuerpo de mujer!”
El listado de las ciudades en que jugaron estos dos equipos pioneros es extenso: Almería, Córdoba, Granada, Sevilla, Huelva, Andújar, Jerez, Jaén, Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca, Cartagena, Murcia, Castellón, Alicante, Bilbao, San Sebastián, Avilés, Biarritz, Vitoria, Pamplona, Santander, Gijón, Oviedo, etc… Y la gira de partidos se prolongó más allá de nuestros límites geográficos: cinco encuentros jugaron por Brasil, otros tantos en Chile, Perú, Argentina, Habana, Caracas, Panamá y México.
El listado de las ciudades en que jugaron estos dos equipos pioneros es extenso: Almería, Córdoba, Granada, Sevilla, Huelva, Andújar, Jerez, Jaén, Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca, Cartagena, Murcia, Castellón, Alicante, Bilbao, San Sebastián, Avilés, Biarritz, Vitoria, Pamplona, Santander, Gijón, Oviedo, etc… Y la gira de partidos se prolongó más allá de nuestros límites geográficos: cinco encuentros jugaron por Brasil, otros tantos en Chile, Perú, Argentina, Habana, Caracas, Panamá y México.
Despertaban mucha curiosidad estos matches, por el atractivo de la novedad, por tratarse la mayoría de las veces del primer espectáculo de esa clase que se daba en esos lares. En las crónicas de la época se refleja que la cosa no era tomada demasiado en serio (más bien al contrario) y que las jugadoras perdían en la comparación con sus equivalentes masculinos. Eso sí, los cronistas quedaban admirados de lo bien que le sentaba a la mujer el traje de futbolista:
“Los teams femeninos, como es lógico, no pueden tener la hegemonía de juego de los equipos masculinos ni el toque ni la fuerza de balón. El público aplaudió a las ‘girls’, sus buenas jugadas y reía de las peripecias del encuentro que, tratándose de señoritas, no cabía exigírsele más, aunque les falta todavía que aprender bastante para hacer un buen papel sobre el terreno”. (La Provincia, 25 de abril de 1932)
“Está visto, que la mujer, sirve para todo ¡hasta para futbolista! ¡Y qué futbolistas, señores! Muy bien de cara y muy bien de cuerpo. ¡Qué bonito resulta el traje de futbolista en un hermoso cuerpo de mujer!” (Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos, 19 de abril de 1932)
“Es tan sugestivo el plan de ver ligeras de ropa a 22 señoritas que rivalicen en belleza y sus ademanes femeninos que nos parece obvio decir que se van a tener que ampliar las tribunas para dar cabida a todo Alicante”. (El Luchador: diario republicano, 24 de junio de 1931)
“De fútbol vimos bien poco tomándolo el público, como era de esperar, a broma. Menudearon los porrazos, por lo resbaladizo del terreno, y unas y otras se limitaron a corretear por el campo detrás del balón. En resumen, podemos decir que el espectáculo defraudó y suponemos que la Directiva del Murcia no volverá a ceder su terreno para esta clase de pantomimas”. (Murcia deportiva: semanario deportivo, 16 de mayo de 1932)
Las que fueron, las que son y las que serán
Muy pronto, por desgracia, se pierde la pista de aquellas pioneras del balompié femenino en la ciudad de València. Sus nombres, sus historias y sus ambiciones desaparecieron al paso del tiempo, relegadas en el más completo olvido. Referirse al fútbol, antes, era hablar de un deporte entendido como varonil, hecho para hombres duros. “Fútbol femenino”. Esto estaba considerado como una aberración solo permisible para la comicidad, una excentricidad dentro de una actividad que consideraban los hombres de su absoluta propiedad.
El balompié, se decía, no correspondía al “sexo débil”, y para justificarlo se tiraba de todo un argumentario sobre la fragilidad de la mujer y sobre la dureza del fútbol. Se aconsejaba la práctica de otros deportes como el tenis, la equitación, o el patinaje artístico, mucho más apropiados. Se invocaba que la mujer dejaría de serlo por jugar, que perdería su femineidad al adaptarse a costumbres y formas propias del hombre. En lo que al deporte se refiere (y a la vida también), seguían dominando viejos paradigmas y anticuadas concepciones: la mujer como ama de casa y encanto para el hombre.
El principio de toda obra soñada tiene un idealismo como base indispensable que el tiempo se encarga o no de materializar. Mari Paz Vilas, Natalia Gaitán, Paula Nicart, Gio Carreras o Carol Férez, jugadoras del Valencia CF Femenino de hoy, son las Consuelito, Nati, Merceditas o Encarnita de entonces. El idealismo que empujó a Consuelito en aquel Valencia F.C., a Merchina Peris, “la primera mujer en marcar un gol en Mestalla”, a jugadoras del Valencia CF Femenino de sus 10 años de vida, como Arantxa Lozano, Salo Navalón, Ivana Andrés, Marta Mateos, María Martí “Trueno”, Ana Amo, o Marta Peiró, recoge por fin hoy su merecido fruto. Mucho falta todavía por mejorar, pero no se puede negar que también se ha avanzado. Aunque resta mucho camino que andar, el fútbol femenino tiene hoy más fuerza que nunca. Sirvan estas líneas para recordar con cariño a las pioneras del Valencia F.C. Por las que fueron, son y serán.